Cuando somos niños, nuestra mente está lleno de sueños, ilusiones e ideas que con el entusiasmo de esa edad podrían volverse realidad. Los más pequeños difícilmente piensan en sus sueños como algo inalcanzable, su curiosidad y esfuerzos se enfocan en lograr su objetivo dejando de lado el miedo a no lograrlo.
Los niños suelen ser intrépidos y constantemente están dispuestos a asumir riesgos, cuando de probar algo nuevo se trata, convirtiendo el desafío de emprender en algo sencillo para su edad. Sobre todo si recordamos que emprender también significa sumergirnos en un camino con gran incertidumbre.
Además los niños tienen intereses tan genuinos que podrían pasar un largo tiempo investigando sobre aquello que les atrae, tal y como hacen los emprendedores cuando vuelcan sus energías y esfuerzos a un nuevo proyecto.
Sin olvidar que durante la infancia tenemos una gran facilidad para el aprendizaje, así que cuando los pequeños notan que algo no funciona , muchas veces están más dispuestos a modificarlo que los adultos. Se adaptan con facilidad y no se rinden.
Así que aunque no lo digan literalmente, aprovechar esta etapa donde quieren construir miles de cosas en todo momento, puede ser clave para potencializar las habilidades que nos ayudarán toda la vida.